Afuera las ventanas cerraron sus pestañas, los locales comerciales bajaron sus rejas y dos policías se pasean conversando por la acera del frente.
En el bar la luz se torna azulina y las chicas que sirven las mesas se toman fotos con los clientes y se sientan en sus piernas.
Al fondo, junto a las paredes de espejos, tres amigos, de esos recién conocidos, se cuentan historias fantásticas y Leonardo Favio canta en el budlitzer ella, ella ya me olvido...
El espejo que esta junto a mi me devuelve una imagen borrosa, ahumada. Nada más hay en este cuento, además de hombres solos o acompañados e igualmente solos, bebiendose los sueños, exagerando sus conquistas, pagando dos monedas por una cumbia que les alegre el corazón.
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